domingo, 24 de febrero de 2013

¿Para qué estudiar filosofía en la prepa?




Colaboración para Radiosofía.
23 de febrero de 2013.


            Tanto el Observatorio Filosófico de México como el Observatorio Filosófico de Michoacán y las organizaciones similares que han surgido en este país desde 2008 se han definido, ate todo, frente a la posibilidad de que los estudios filosóficos fuesen suprimidos del currículo de la preparatoria. Pero, ¿cuál es la importancia de que los jóvenes aprendan algo de historia de la filosofía, de lógica, de ética o de alguna de las otras disciplinas del campo? Sabemos contra qué se está: contra una política pública que nos parece inadecuada y peligrosa. Pero, ¿qué es exactamente lo que se defiende? ¿A favor de qué luchan los observatorios filosóficos?

            La coyuntura es, entre otras cosas, un buen momento para plantearnos la naturaleza y los objetivos de la enseñanza de las disciplinas filosóficas en la educación media superior. Ese nivel es, como su nombre lo insinúa, una preparación para la vida universitaria. Pero también se trata del lapso de tiempo en el cual los jóvenes pueden encontrarse con un panorama general de lo que la ciencia y la cultura tienen que ofrecerles en tanto miembros de la sociedad a la cual pertenecen y a cuya dinámica adulta están a punto de integrarse. Antes de pasar al nivel en el que necesariamente han de especializarse en una rama determinada del conocimiento, cualquier chico o chica tendría que hacerse cargo, lo más conscientemente posible, de aquellos otros saberes que en cierto modo lo constituyen como sujeto de una sociedad determinada. Y esos saberes, además, tendrían que entenderse como claves que le permitan a cualquiera leer e interpretar el mundo del cual forma parte. La preparatoria, en pocas palabras, es el momento de hacerse de una formación general, una formación académica que por el hecho de serlo también se convierte en una formación humana.

            La filosofía y sus disciplinas son, en buena medida, un conjunto de contenidos que forman parte del patrimonio de la cultura occidental. Ya eso tendría que bastar para justificar su existencia como materias en cualquier plan de estudios, en vista de que los jóvenes de una sociedad como la nuestra habrán de situarse –críticamente, desde luego- frente a esa misma cultura. Este hecho hermana a la historia de la filosofía, a la ética y demás con materias tales como la literatura universal y mexicana, con la historia del arte y con disciplinas similares. Pero la filosofía cuenta, además, con una característica que es peculiar de ella. La filosofía es también la capacidad de reconstruir lo que otros saberes dicen y lo que otras prácticas hacen. Y es, además, una práctica constante de la argumentación que justifica tanto lo que se piensa como lo que se realiza en la acción cotidiana. De manera que los estudios filosóficos ofrecen a cualquiera, aun cuando no decida dedicar su vida profesional a ellos, elementos tan deseables como la práctica de la reconstrucción argumental y la búsqueda de formas de saber y de vida mejores que los que se tienen en este momento.

            Lo anterior significa que la historia de la filosofía, la ética, la estética, la lógica, la filosofía de la ciencia, son tanto disciplinas sustantivas con un contenido específico como instancias para la práctica de la argumentación y del pensamiento crítico que la argumentación fomenta. Argumentación y pensamiento crítico son, desde luego, algo que sería muy bueno ejercer en el contexto de cualquier otra disciplina pero que en las materias filosóficas conforman su núcleo más íntimo. Sin embargo, eso no es lo único que la filosofía y sus materias aportan a la formación de los jóvenes estudiantes del nivel medio superior. Sus contenidos  son parte de aquello que ha conformado y constituido a la cultura a lo largo de los siglos, y deben enseñarse a los adolescentes tanto como cualquier otro patrimonio del saber humano. Es por todo esto que no basta con decir, vagamente además, que la argumentación y el pensamiento crítico se practican “transversalmente” en cualquier disciplina. La filosofía es también un conjunto de contenidos, y no tenemos derecho a despojar a las nuevas generaciones del conocimiento de los mismos. Y sin esos contenidos, difícilmente se entiende acerca de qué hay que argumentar o frente a qué es preciso esgrimir la crítica.

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